martes, 6 de agosto de 2013

ENFRENTANDO EL DOLOR

En los últimos meses la vida me ha puesto frente a hechos realmente dolorosos qué como ser humano y testigo de Cristo me han cuestionado; muchas veces no lo percibimos, pero a nuestro alrededor pueden haber personas que estén sufriendo por algo que hayan o estén pasando en sus vidas.  No pretendo dar una cátedra de cómo superar el dolor, pero sí plasmar mi experiencia adquirida a través de la enfermedad de mi madre (la cual ya lleva varios años) y en la que he tenido que afrontar y superar el dolor muchas veces; espero con ello poder ser luz para alguien.

Experimentar tristeza cuando ocurre un hecho doloroso es normal. Todo el mundo llora a su manera y tiene su tiempo para asimilar ese hecho y continuar; no se debe dar demasiado crédito a los amigos y familiares que insisten en que se está sufriendo de manera incorrecta o por mucho tiempo. Por encima de todo, no debemos sentirnos culpables por estar tristes después de una pérdida en nuestras vidas.

Sin embargo, aunque superar el dolor para unos sea más largo que para otros, eso no significa que nos aislemos, pues esa tristeza se puede convertir en una depresión más seria que cada día nos cueste salir.  Alguien me dijo una vez, vivir permanentemente en la tristeza  no es una opción y mi lección fue que aún en esa tristeza, debemos caminar hacia adelante y continuar con nuestro proyecto de vida.

Hay varias herramientas que puedo sugerir en ese camino de superación;  está la ayuda profesional, grupos de apoyo, consejo espiritual, la familia y los amigos; platicar lo que sentimos y como nos sentimos nos ayuda a desahogar nuestra mente y corazón; así mismo, la percepción de los amigos muchas veces se convierte en la mano que nos ayuda salir del pozo.

Por otro lado, aunque sintamos que nos cuesta continuar, debemos considerar que ese duelo debe terminar y esforzarnos por ello, nuestra familia, nuestros hijos, nuestros amigos, en el trabajo nos comprenden, pero quieren ver que retomemos el camino y por ese amor que nos tienen y que compartimos, tenemos la responsabilidad de continuar.  Entre los consejos aprendidos y que hoy comparto están:

-Recuerda que no se trata de ti. Si se está luchando con una muerte en la familia, un divorcio o una enfermedad permanente o terminal, es necesario reconocer que esta tragedia no es nuestra culpa. Las cosas malas suceden a gente buena. Simplemente lo hacen. Está bien.
-Normalmente nos preguntamos ¿por qué a mí?, he aprendido a ver el lado positivo; ahora me pregunto: ¿cuál es la lección que debo de aprender?; es decir,  encausar el dolor hacia una experiencia que nos haga crecer y que de sentido a ese duelo.
-Recordemos que todo es temporal,  que va a mejorar. Tengamos la seguridad de que la vida puede volver a la normalidad, algunos cambios son permanentes, pero nuestra vida continuará.  Podremos ser felices de nuevo.

-Puede que tengamos que discutir  o pelearnos con nosotros  mismos para convencernos,  pero no dejemos que la tristeza persista, a la larga podemos cansar o alejar a los demás.

-Recordemos  que la amplitud del problema es limitado. Incluso en el caso de la pérdida de un ser querido, que parece impregnar todos los aspectos de nuestra vida, pero también  que hay mucho que se mantendrá sin cambios. Hay otros miembros de la familia todavía están aquí para nosotros.  De hecho, la mayoría de las cosas van a continuar como si nada hubiera pasado. Esto puede hacernos enojar a cierto nivel, pero también hay que darles esperanza.

-Mi mejor arma: Mi FE y Oración. En los momentos más oscuros de mi vida, mi FE y la certeza del AMOR de Dios, que está junto a mí todos los días, han sido mi luz y bastón para continuar.  Si estás alejado de Dios, te invito a reconsiderar la posibilidad de re-encontrarte con EL;  

-Darte a una tarea. Durante un momento de tristeza, tal vez  no se sientan las más mínima ganas de hacer algo por alguien más.  Puede que ni siquiera se  sientan las fuerzas físicas para ello, pero identificar una necesidad genuina de alguien más y hacer frente a esa necesidad, aún sea algo muy pequeño nos ayudará, nos hará sentir mejor, nos dará más fuerza, más energía y más optimismo que se requiere. Tratar esto como las direcciones en una botella de champú: espuma, enjuague, repita. Servir, sentirse renovado, repite.
Dejemos de guisar nuestro dolor. Los que sufren el mayor grado de tristeza tienen una tendencia a cavilar sobre sus problemas. Centrándose en los problemas tienden a amplificarlos, centrarnos en otra cosa nos ayudará a pensar en otras cosas.

LO IMPORTANTE: NO NOS DEJEMOS VENCER POR EL DOLOR Y LA TRISTEZA; DIOS NOS DA EL DERECHO PERO TAMBIÉN LA OBLIGACIÓN  DE LUCHAR POR SER FELICES.

                                                    PIÉNSALO

JRG